miércoles, 19 de marzo de 2025

CON EL TIEMPO



 





CON EL TIEMPO

Con el tiempo comprendí que mucho es poco y que poco es nada.
Con el tiempo comprendí que el amor loco dura poco y que quien te ama permanece a tu lado para siempre.
Con el tiempo comprendí que ninguna hoja cae del árbol si no ha llegado su momento.
Con el tiempo comprendí que, a pesar de estar lejos de casa, llevamos las raíces de nuestra patria en el alma.
Con el tiempo comprendí que el tiempo perdido nunca se recupera.
Con el tiempo aprendí a dar prioridad a lo que me hace feliz.
Con el tiempo comprendí que las personas no cambian, solo cambian las máscaras.
Con el tiempo comprendí que ya no tengo tiempo para perder el tiempo.
Con el tiempo comprendí que no existe un último baile, que todos los días puedo bailar bajo la lluvia.
Con el tiempo comprendí a no caer en el caos de mi desorden cuando intento ser perfecta.
Con el tiempo comprendí que pequeñas decisiones traen grandes logros.
Con el tiempo comprendí que no existe en el calendario un día especial, que todos los días son especiales.
Con el tiempo aprendí a amar el conocimiento, que me ayuda a evolucionar.
Con el tiempo comprendí que la música fortalece los sentidos.
Con el tiempo comprendí que las personas llegan y se van, y nos dejan grandes lecciones de vida.
Con el tiempo comprendí que existen más muertos en las calles que en los cementerios.
Con el tiempo comprendí que amar es aceptar a las personas tal como son, sin juzgar ni reprochar.
Con el tiempo comprendí que el arte sana el alma.
Con el tiempo comprendí que la soledad es la mejor compañera para evolucionar e inspirarse.
Con el tiempo comprendí que la poesía es todo lo que nos rodea, que se pueden hacer bellas poesías de cosas simples.
Con el tiempo comprendí que las despedidas son dolorosas si no dejamos ir.
Con el tiempo comprendí que la adaptabilidad es beneficiosa cuando emigramos a otro país.
Con el tiempo comprendí que el mundo es mágico, y  está lleno de oportunidades.
Con el tiempo comprendí que la imaginación lo es todo.
Con el tiempo comprendí que somos el resultado de lo que pensamos.
Con el tiempo comprendí que un arquitecto puede ser médico de su propia alma.
Con el tiempo comprendí que el ego se engrandece si le damos alas.
Con el tiempo comprendí que los mejores colores son el color de los ojos que me observan.
Con el tiempo comprendí que la familia perfecta no existe.
Con el tiempo comprendí que hay que llorar para sanar.
Con el tiempo comprendí que en el trabajo no hay amigos, solo compañeros.
Con el tiempo comprendí que las mentiras caen por sí solas.
Con el tiempo comprendí que de nada sirve vivir en un castillo de cristal si no se vive feliz.
Con el tiempo aprendí a perdonarme y a perdonar.
Con el tiempo comprendí que debo continuar el camino y seguir avanzando.
Con el tiempo comprendí que el apego solo causa sufrimiento y es mejor dejar marchar todo lo que haga daño.
Con el tiempo comprendí que los proyectos fracasados no son el fin, sino una oportunidad para aprender y alcanzar el éxito.
Con el tiempo comprendí que los valores como la honestidad, la empatía y la integridad son la base de una vida plena y significativa.
Con el tiempo comprendí que la verdadera madurez se refleja en nuestra capacidad para enfrentar los desafíos con sabiduría y serenidad.
Con el tiempo comprendí que emigrar es un acto de valentía y que cada paso en un nuevo país es una oportunidad para crecer y aprender.
Con el tiempo comprendí que seguir adelante, a pesar de las dificultades, es lo que nos fortalece y nos permite alcanzar nuestros sueños.











Nota de la autora



Este poema reflexivo lo escribí en un momento crucial de mi vida. He dejado atrás recuerdos, personas y cosas que me causaban daño. Puedo decir que he alcanzado el éxito y soy plenamente feliz. Antes buscaba llenar vacíos, ahora solo continúo el camino. No sé dónde me encontraré más adelante, no sé si en otro país, otra ciudad, no lo sé. Solo he aprendido a ser feliz, hoy, aquí y ahora. Agradezco a todas las personas que, de alguna manera, me desafiaron, pues ustedes han sido mis mejores maestros de vida. Si no hubiera enfrentado dificultades, no habría descubierto la fortaleza que todo ser humano lleva dentro. Gracias a todos los ángeles de luz que aparecieron en momentos difíciles. Gracias a mis hijas, ellas han sido el motor principal para que yo pueda seguir adelante. Las adoro y las amo. Gracias, papá, por haberme enseñado a ser fuerte ante cualquier pérdida y por ser mi guía y ejemplo de resiliencia. Tu sabiduría y amor incondicional han sido mi mayor inspiración.

A todos los que leen esto, les animo a seguir adelante, a amarse y a valorar su propia fuerza. La vida está llena de desafíos, pero cada uno de ellos es una oportunidad para crecer y descubrir la increíble fortaleza que llevamos dentro. No importa cuán difíciles sean los momentos, siempre hay luz al final del túnel. Ámense a sí mismos, valoren cada paso que dan y recuerden que cada día es una nueva oportunidad para ser felices y alcanzar sus sueños. La verdadera belleza de la vida radica en nuestra capacidad para superar las adversidades y encontrar la felicidad en los pequeños momentos. Nunca dejen de creer en ustedes mismos y en su capacidad para transformar su realidad.


 " No hay imposibles" 






Laura Pausini - El valor de seguir adelante feat. Biagio Antonacci (Official Video)

Gracias por leer este blog, hasta la próxima, los amo. 








jueves, 13 de marzo de 2025

MI PRIMER VIAJE EN AUTOBUS

"Un recuerdo hermoso es el mejor aliciente para seguir enamorada de la vida."

                                                                                                                                                                           Alejandra Moreno

Hoy es un día perfecto para escuchar la música de Alejandro Sanz. En una de sus estrofas dice: “Y en Madrid está lloviendo y el tiempo pasa lentamente…”. Esas gotas que caen como melodías traen sosiego a mi alma. Me encanta la lluvia. De niña, me fascinaba saltar sobre los charcos; creo que todos hemos disfrutado de esa travesura en algún momento. Mientras escribo este blog, sonrío al recordar aquellos días de mi infancia, cuando usaba un uniforme marrón, saco blanco como la nieve, zapatos negros y medias blancas.

Estudiaba en la zona del Cementerio de San Diego, en Quito. Era un lugar frecuentado por obreros que comenzaban su jornada en las primeras horas del día. Usualmente, mis padres me esperaban al salir de clases, pero un día mi madre decidió que era hora de que aprendiera a regresar sola a casa. En aquellos tiempos, la tranquilidad permitía este tipo de independencia, y vivir en la capital quiteña era seguro, o al menos así lo recuerdo.

Hoy, mientras tomo mi café, pienso en esa época que marcó mi niñez. Mis padres pasaron una semana enseñándome la ruta para regresar a casa sola. Aunque apenas tenía ocho años, ellos confiaban en que podía manejar esa responsabilidad. Ser la hermana mayor me hacía sentir como una pequeña adulta, asumiendo un papel importante en mi familia. Ahora entiendo que aquello era un gran reto, pero agradezco la confianza que depositaron en mí.

Finalmente, llegó el día. Recuerdo cómo mi madre me repetía las instrucciones: “Primero tomas el bus hacia la Villa Flora, luego otro que te acerque a la zona de El Comercio”. Durante las clases, apenas podía concentrarme; estaba nerviosa por la aventura que me esperaba. Al salir, vi a mis compañeras corriendo hacia sus padres. Yo, en cambio, tenía que emprender mi propio viaje.

Llegué a la parada de bus y subí, sentándome al final junto a la ventana, como siempre me gustaba hacer. Desde niña, disfrutaba observar a las personas e imaginar historias. Todo iba bien hasta que empezó a llover. Mi primer pensamiento fue proteger mis libros y cuadernos, pues mi padre siempre me decía: “Cuida tus libros, son tus mejores amigos”. Entonces, se me ocurrió una solución: los escondí bajo mi uniforme.

Cuando llegué a la siguiente parada, corrí a tomar otro bus, ya que vivíamos en las afueras de Quito. El trayecto era largo, y aunque tenía frío, me reconfortaba imaginar que pronto estaría en casa. Sin embargo, aún quedaba un trecho que debía recorrer caminando. En medio del camino, me encontré con un charco enorme. Pensé: “¿Qué hago? ¿Lo salto? ¿Lo cruzo despacio para no ensuciarme?”. No pude resistirme y salté. Lo hice una y otra vez, disfrutando la sensación de la lluvia y el barro. Pero, al detenerme, me di cuenta de que estaba empapada y cubierta de lodo. Las medias blancas se habían vuelto marrones.

Finalmente, llegué a casa. Mi madre me esperaba con una mezcla de preocupación y sorpresa. Me dijo: “¿Por qué tardaste tanto? ¡Mira cómo has manchado el uniforme!”. Cuando saqué los libros de debajo de mi uniforme, me preguntó: “¿Qué has hecho?”. Al revisar los cuadernos, notó que algunos estaban mojados, pero aun así me sentía feliz por haberlos protegido.

Esa noche, mi padre llegó a casa. Después de que mi madre le contara todo, me llamó, se agachó y acarició mi mejilla: “Hija, perdóname por hacerte pasar por esto. Tu madre tenía que trabajar y no podía ir a recogerte. Fue mi idea que fueras sola, pero estoy muy orgulloso de ti”. Con palabras llenas de ternura y algunas lágrimas, añadió: “No te preocupes por el uniforme o los libros; lo material se puede recuperar, pero la vida es lo más valioso”.

Hoy, desde otro país, miro atrás con gratitud. Recuerdo a esa niña valiente que enfrentó lo inesperado. Ahora, mientras sigue lloviendo en Madrid y el tiempo parece detenerse, pienso en mi papá. Gracias por enseñarme a superar los desafíos de la vida. Dedico este blog a quienes crían a sus hijos, y desde pequeños les enseñan a afrontar las adversidades.

miércoles, 5 de marzo de 2025

UN CAFÉ EN EL STARBUCKS

 “El placer de criticar nos quita el placer de conmovernos por cosas muy lindas”.
– Jean de La Bruyere



Cada vez que salgo a Madrid, me encanta caminar por sus calles, observando y deleitándome con la magia que transmite cada lugar. Pienso que Madrid fue construida para los amantes que apreciamos el arte. ¡Qué hermosa es esta ciudad! Me faltarían líneas para expresar lo que siento cuando hablo de Madrid. Pero bueno, esta vez no voy a hablar de arte, de libros, ni ciencia, esta vez quiero dejar mi opinión sobre una cafetería muy conocida a nivel mundial: Starbucks. A muchos seguro les encanta tomar café aquí, a otras personas seguro pasan de ello. Yo soy una de esas personas que le fascina este café. Mucho se ha especulado sobre los precios, que el café no es igual, etc.

Hace 5 años trabajaba en la zona de Boadilla del Monte y mi jefa, al ver que ese día había tenido mucho trabajo, me dice: "Alejandra, ¿te apetece tomar un café en el centro comercial?" En aquella época llevaba poco tiempo en Madrid, no conocía nada más que el aeropuerto y Atocha. Así que acepté y dije: "Bueno, así me despejo un poco."

 Aquel día no paraba de llover. A las 18:00 h nos dirigimos al centro comercial, caminamos por diversas zonas, visualizamos tiendas, y llegó la hora de tomar el preciado café que me había invitado la señora para quien trabajaba. Yo sentía frío, lo único que quería era ya tomar un delicioso café. Ella se dirigió al mostrador a pagar, y al poco rato llegó con dos vasos muy bonitos de Starbucks, y llevaban pajitas. Al ver esto dije: "No es un café, es un batido." Mi reacción fue extraña, y le dije: "Señora, yo me preparé para un café, no para un batido." Y supo responderme: "Ya, Alejandra, es que había muchas personas, y dicen que están limpiando la máquina porque ha habido un fallo, y que hay que esperar, así que opté por comprar este batido.

 ¿Te gusta?" Muy agradecida por la invitación, respondí: "Gracias, sí, está muy bien." Lo que ella no sabía es que me moría de frío, estaba helada, y yo tomando un café con mucho hielo picado, pero de buen sabor.

Al salir del establecimiento, se le cayó algo a la señora, era su teléfono donde tenía envuelto el ticket de compra y pude visualizar lo que había pagado. Ella me dice algo molesta: "Vaya, no quería que veas lo que he pagado, pero no pasa nada. ¿Qué te parece?" Yo respondí: "Con ese precio hubiéramos tomado muchos cafés" y sonreí. El valor que había pagado la señora era nada menos que 13,50€ cada batido. Claro, el batido estaba delicioso. En el transcurso del viaje, notaba que ella se encontraba molesta. Mientras arreglaba el espejo retrovisor, observé que había puesto su vasito de Starbucks. "Señora, ¿a dónde vamos?" pregunté. "Ahora a casa, parece que la lluvia no va a cesar," dijo. Así que empezamos el viaje rumbo a casa. En aquella época yo trabajaba como asistenta, la señora de quien os hablo me contrató para ayudarla en la oficina y con los niños, ya que tenía el carné de conducir, realizaba varios trabajos con ella. Claro, ahora comprendo que era mil usos y por una paga muy baja.

Volviendo al tema del café, al subirnos al auto se me había olvidado encender la calefacción, y ella empezó a mover botones. Yo guardaba silencio, y me pregunta: "¿Por qué vas tan calladita, Alejandra?" "Estoy meditando," le respondí. "¿Tú meditas mientras conduces?" me volvió a preguntar. "Sí, sí, medito sobre esta salida, y el agradable batido que usted muy cordialmente me invitó." Fue ahí donde ella sacó su frustración, y solo supo responder: "Ah, ya, el café me salió caro, Alejandra. 

Te cuento un secreto, yo jamás había entrado a Starbucks, lo hice porque pensé que a ti te gustan estos lugares, ya que cuando hablas de tu país dices que ahí tenéis centros comerciales como aquí, así que quería que te sientas a gusto." Agradecí ese bello detalle que ella pensó en mí, pero había aún algo que me calaba: "¿Y a usted, señora, le gustó el café con hielo?" Fue ahí cuando ella sacó su enfado: "No me gustó nada, ahí de café no había ni un gramo, más había hielo, y encima muy caro, me costó 27€ los dos cafés, pero tú dices que son batidos, ellos dicen que es un café con hielo, en fin, menuda m... Starbucks son abusivos, jamás acudiré a tomar nada allá."

Seguía lloviendo, la carretera estaba cada vez más mojada, había varios autos que pasaban, en mi mente lo único que pensaba era llegar a casa, una ducha calientita y mi pijama. Fue así como al llegar al chalet aparqué el auto, y al cerrar la puerta observé que se había dejado el vaso de Starbucks. "Señora, ¿Qué hago con el envase?" "Dámelo, me lo voy a guardar para recordar que pagué 27€ por esto." Mientras el agua seguía cayendo, noté que mis zapatos estaban mojados, había pisado un charco sin darme cuenta. Sonreí, y dije: "Vaya Starbucks." También me lo pensaré y no acudiré a tomar nada allá.

Fue así como mi mente quedó bloqueada por el precio. Pasaron días, meses y hasta años, hasta el día de hoy que vuelvo a hablar de esta anécdota. El día de ayer, cuando me encontraba por Diego de León realizando un trámite, al observar el reloj me di cuenta que todavía no había desayunado.

 Busqué alguna cafetería y, sorpresa la mía, me encontré con nada menos que un Starbucks. Enseguida recordé la historia de los 27€, y dije: "Vamos a recordar viejos tiempos." Al entrar a la cafetería noté un aire acogedor, había varias personas, sobre todo jóvenes y funcionarios que trabajan y estudian por la zona. La persona que me atendió era latina, muy linda, y con una sonrisa agradable que me ayudó a tomar más confianza. Había una fila, llegó mi turno. "¿Qué le pongo?" "Un desayuno, café descafeinado y un croissant." Como ya había tenido esa experiencia, dije: "Bueno, aquí me tocará pagar algo muy caro, pero yo quería estar aquí y tomar un café de Starbucks." "Son 3,40€," respondió la muchacha. Saqué la tarjeta de mi cartera y pagué. Yo pensaba que se equivocó y le dije: "Señorita, ¿me ha cobrado bien?" "Sí, sí, tranquila, eso cuesta un desayuno aquí." 

Fue así como, en el momento de tomar mi orden, observé cómo una taza grande de color blanco, llena de café, era depositada en una bandeja. Otra muchacha pronunció mi nombre: "Alejandra." "Sí, soy yo," dije. "Tome," me entregó un croissant de mantequilla. "¡Wow! ¿Y todo esto por este precio? No está mal," comenté. Así fue como me dirigí a una mesita con vista a la calle, la ventana era de cristal, el café estaba caliente, el croissant exquisito, todo a pedir de boca, y yo feliz y recordando la historia del café con hielo de 27€ años atrás con aquella mujer que casi le dio un infarto por haber pagado esa cantidad.

Quería dejar esta historia aquí para todas aquellas personas que se encuentran por Madrid y buscan desayunar algo económico y delicioso. Acudan al Starbucks, la atención es 10, como se dice en mi país, un lugar con las tres B: Bueno, bonito y barato. Quiero agregar algo, si mi ex jefa lee este blog, sepa que la recordaré cada vez que acuda al Starbucks, ya que desde ahora será mi lugar favorito para ir a tomar café y a escribir alguna página de mi siguiente libro.


Hasta la próxima, gracias por leer este blog, los amo❤ 


Relaxing Lofi Jazz | A Serene Moment at a cafe/「穏やかなLofi Jazz を素敵なカフェで。


ESTAR VIVOS

   No sé cómo empezar a escribir esta vez, pero es tan necesario que lo haga. Acaba de amanecer. Observo desde mi estudio cómo empieza a ilu...