“El placer de criticar nos quita el placer de conmovernos por cosas muy lindas”.
– Jean de La Bruyere
Cada vez que salgo a Madrid, me encanta caminar por sus calles, observando y deleitándome con la magia que transmite cada lugar. Pienso que Madrid fue construida para los amantes que apreciamos el arte. ¡Qué hermosa es esta ciudad! Me faltarían líneas para expresar lo que siento cuando hablo de Madrid. Pero bueno, esta vez no voy a hablar de arte, de libros, ni ciencia, esta vez quiero dejar mi opinión sobre una cafetería muy conocida a nivel mundial: Starbucks. A muchos seguro les encanta tomar café aquí, a otras personas seguro pasan de ello. Yo soy una de esas personas que le fascina este café. Mucho se ha especulado sobre los precios, que el café no es igual, etc.
Hace 5 años trabajaba en la zona de Boadilla del Monte y mi jefa, al ver que ese día había tenido mucho trabajo, me dice: "Alejandra, ¿te apetece tomar un café en el centro comercial?" En aquella época llevaba poco tiempo en Madrid, no conocía nada más que el aeropuerto y Atocha. Así que acepté y dije: "Bueno, así me despejo un poco."
Aquel día no paraba de llover. A las 18:00 h nos dirigimos al centro comercial, caminamos por diversas zonas, visualizamos tiendas, y llegó la hora de tomar el preciado café que me había invitado la señora para quien trabajaba. Yo sentía frío, lo único que quería era ya tomar un delicioso café. Ella se dirigió al mostrador a pagar, y al poco rato llegó con dos vasos muy bonitos de Starbucks, y llevaban pajitas. Al ver esto dije: "No es un café, es un batido." Mi reacción fue extraña, y le dije: "Señora, yo me preparé para un café, no para un batido." Y supo responderme: "Ya, Alejandra, es que había muchas personas, y dicen que están limpiando la máquina porque ha habido un fallo, y que hay que esperar, así que opté por comprar este batido.
¿Te gusta?" Muy agradecida por la invitación, respondí: "Gracias, sí, está muy bien." Lo que ella no sabía es que me moría de frío, estaba helada, y yo tomando un café con mucho hielo picado, pero de buen sabor.
Al salir del establecimiento, se le cayó algo a la señora, era su teléfono donde tenía envuelto el ticket de compra y pude visualizar lo que había pagado. Ella me dice algo molesta: "Vaya, no quería que veas lo que he pagado, pero no pasa nada. ¿Qué te parece?" Yo respondí: "Con ese precio hubiéramos tomado muchos cafés" y sonreí. El valor que había pagado la señora era nada menos que 13,50€ cada batido. Claro, el batido estaba delicioso. En el transcurso del viaje, notaba que ella se encontraba molesta. Mientras arreglaba el espejo retrovisor, observé que había puesto su vasito de Starbucks. "Señora, ¿a dónde vamos?" pregunté. "Ahora a casa, parece que la lluvia no va a cesar," dijo. Así que empezamos el viaje rumbo a casa. En aquella época yo trabajaba como asistenta, la señora de quien os hablo me contrató para ayudarla en la oficina y con los niños, ya que tenía el carné de conducir, realizaba varios trabajos con ella. Claro, ahora comprendo que era mil usos y por una paga muy baja.
Volviendo al tema del café, al subirnos al auto se me había olvidado encender la calefacción, y ella empezó a mover botones. Yo guardaba silencio, y me pregunta: "¿Por qué vas tan calladita, Alejandra?" "Estoy meditando," le respondí. "¿Tú meditas mientras conduces?" me volvió a preguntar. "Sí, sí, medito sobre esta salida, y el agradable batido que usted muy cordialmente me invitó." Fue ahí donde ella sacó su frustración, y solo supo responder: "Ah, ya, el café me salió caro, Alejandra.
Te cuento un secreto, yo jamás había entrado a Starbucks, lo hice porque pensé que a ti te gustan estos lugares, ya que cuando hablas de tu país dices que ahí tenéis centros comerciales como aquí, así que quería que te sientas a gusto." Agradecí ese bello detalle que ella pensó en mí, pero había aún algo que me calaba: "¿Y a usted, señora, le gustó el café con hielo?" Fue ahí cuando ella sacó su enfado: "No me gustó nada, ahí de café no había ni un gramo, más había hielo, y encima muy caro, me costó 27€ los dos cafés, pero tú dices que son batidos, ellos dicen que es un café con hielo, en fin, menuda m... Starbucks son abusivos, jamás acudiré a tomar nada allá."
Seguía lloviendo, la carretera estaba cada vez más mojada, había varios autos que pasaban, en mi mente lo único que pensaba era llegar a casa, una ducha calientita y mi pijama. Fue así como al llegar al chalet aparqué el auto, y al cerrar la puerta observé que se había dejado el vaso de Starbucks. "Señora, ¿Qué hago con el envase?" "Dámelo, me lo voy a guardar para recordar que pagué 27€ por esto." Mientras el agua seguía cayendo, noté que mis zapatos estaban mojados, había pisado un charco sin darme cuenta. Sonreí, y dije: "Vaya Starbucks." También me lo pensaré y no acudiré a tomar nada allá.
Fue así como mi mente quedó bloqueada por el precio. Pasaron días, meses y hasta años, hasta el día de hoy que vuelvo a hablar de esta anécdota. El día de ayer, cuando me encontraba por Diego de León realizando un trámite, al observar el reloj me di cuenta que todavía no había desayunado.
Busqué alguna cafetería y, sorpresa la mía, me encontré con nada menos que un Starbucks. Enseguida recordé la historia de los 27€, y dije: "Vamos a recordar viejos tiempos." Al entrar a la cafetería noté un aire acogedor, había varias personas, sobre todo jóvenes y funcionarios que trabajan y estudian por la zona. La persona que me atendió era latina, muy linda, y con una sonrisa agradable que me ayudó a tomar más confianza. Había una fila, llegó mi turno. "¿Qué le pongo?" "Un desayuno, café descafeinado y un croissant." Como ya había tenido esa experiencia, dije: "Bueno, aquí me tocará pagar algo muy caro, pero yo quería estar aquí y tomar un café de Starbucks." "Son 3,40€," respondió la muchacha. Saqué la tarjeta de mi cartera y pagué. Yo pensaba que se equivocó y le dije: "Señorita, ¿me ha cobrado bien?" "Sí, sí, tranquila, eso cuesta un desayuno aquí."
Fue así como, en el momento de tomar mi orden, observé cómo una taza grande de color blanco, llena de café, era depositada en una bandeja. Otra muchacha pronunció mi nombre: "Alejandra." "Sí, soy yo," dije. "Tome," me entregó un croissant de mantequilla. "¡Wow! ¿Y todo esto por este precio? No está mal," comenté. Así fue como me dirigí a una mesita con vista a la calle, la ventana era de cristal, el café estaba caliente, el croissant exquisito, todo a pedir de boca, y yo feliz y recordando la historia del café con hielo de 27€ años atrás con aquella mujer que casi le dio un infarto por haber pagado esa cantidad.
Quería dejar esta historia aquí para todas aquellas personas que se encuentran por Madrid y buscan desayunar algo económico y delicioso. Acudan al Starbucks, la atención es 10, como se dice en mi país, un lugar con las tres B: Bueno, bonito y barato. Quiero agregar algo, si mi ex jefa lee este blog, sepa que la recordaré cada vez que acuda al Starbucks, ya que desde ahora será mi lugar favorito para ir a tomar café y a escribir alguna página de mi siguiente libro.
Hasta la próxima, gracias por leer este blog, los amo❤
Relaxing Lofi Jazz | A Serene Moment at a cafe/「穏やかなLofi Jazz を素敵なカフェで。

No hay comentarios:
Publicar un comentario